LA SAGRADA FAMILIA
La obra más conocida de Antoni Gaudí, ni fue iniciada por él, ni evidentemente pudo acabarla. A la edad de 31 años se hizo cargo de la dirección de las obras de este Templo, tras la dimisión del arquitecto inicial Francisco de Paula Villar, cuando ya se había construido una parte de la cripta subterránea.
Gaudí cambió radicalmente el primer proyecto sustituyéndolo por uno propio, mucho más ambicioso, original y atrevido que el inicial.
Esta fachada, la del Nacimiento, es la parte de la obra que Gaudí deseaba dejar terminada como muestra y ejemplo para sus continuadores, ya que él, muy a su pesar, tuvo que aceptar que era imposible llegar a realizar una obra de esta envergadura en el corto periodo de una vida. Casi en los inicios había sido tan optimista que soñó con que podría llegar a acabarla en poco más de diez años.
La desbordante riqueza de figuras y elementos decorativos de la fachada del Nacimiento, se torna más sobria en la parte interna.
No obstante, esta apreciación no es del todo correcta, ya que aún tienen que ser esculpidos varios elementos, y faltan algunas esculturas sobre las repisas y hornacinas correspondientes.
La perspectiva casi completa de la parte posterior de la fachada del Nacimiento, visible años atrás tal como inmortalizó esta imagen, ya no es posible observarla debido a la construcción de las naves centrales.
Aunque en algún momento las formas de la Sagrada Familia puedan recordar el estilo gótico, nada más lejos de la realidad en su esencia. El gótico se veía obligado a contrarrestar el desplazamiento de las fuerzas, utilizando contrafuertes y arbotantes. Es decir, los arcos exteriores tenían una función de apoyo, no de decoración. En la arquitectura gaudiniana, por el contrario, los pesos y las fuerzas se desplazan en sentido vertical, por ello, en algún caso, los pilares o columnas están inclinados. Precisamente para contrarrestar un pequeño desplazamiento lateral. De esta forma, como se ha comentado anteriormente, es innecesario el empleo de contrafuertes, apoyos y arbotantes, tan característicos e imprescindibles en el gótico.
Por este motivo, las dos fachadas existentes han podido ser edificadas como si fueran construcciones independientes del resto del templo.
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